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jueves, 14 de abril de 2011

Una de Perlas y de Fútbol


El Madrid juega el partido de vuelta de cuartos de la Champions, algo que hubiera supuesto un gran revuelo  allí, a orillas del Ebro. Si la memoria reciente no me engaña, nos hubiéramos juntado al salir del trabajo en La Perla, por ejemplo, y hubiéramos empezado a degustar ese líquido dorado que resuelve penas y revuelve alegrías. 

Yo hubiera soltado múltiples chascarrillos en cada córner del Tottenham, me hubiera cabreado con el gol de Cristiano y vosotros me habríais tirado de la coleta por mis extrañas aficiones azulgranas. Alguien habría sacado la cámara de fotos para inmortalizar el momento. Todos haciendo el payaso, ¡¡¡craso error!!! La sombra de facebook planea sobre nuestras cabezas hasta que ella dice: “Al que me etiquete le corto las manos”. (Al día siguiente, por supuesto, un inconsciente la etiqueta).

El chaval del “flequillico de medio lao” habría tenido que marcharse antes del descanso. “Chicos, yo me marcho que mañana tengo que hacer un reportaje de putas con el de Almería a las 7 de la mañana”. El de Almería, ese que se muerde los puños con los blancos y que siempre sentencia: “Al Barcelona algún día se le acabará la racha y yo estaré allí para recordártelo”. No hay prisa, yo sigo esperando ese momento…

A mi lado se habría sentado la rubia de sonrisa contagiosa a la que no le gusta el fútbol pero que con una caña en la mano se hace a todo. Aunque he de reconocer que “le pone” más la piña colada.
Luego, nos habrían invitado a unos mini cruasanes rellenos de tortilla y jamón york y con la panza llena y las alegrías revueltas quizá hubiéramos terminado en el bar de la esquina echando una a los dardos y comiendo maíces. Es posible que a mí se me hubiera ido la mano y le hubiera lanzado el dardo al culo a alguna petarda. Son cosas que pasan tras ver al Madrid pasar a semifinales.


 Ayer fue algo diferente. Dispuesta a investigar cómo se viven aquí las noches de fútbol me planté en una barra de un garito cuanto menos prometedor. Pantallas gigantes, cuatro grifos de cerveza a mi vera y el árbitro levanta el telón. En el bar hay cuatro tipos, cada uno en su mesa. Parece que aquí las cosas se hacen en soledad… ¿Todo? Pues sí, todo. ¿Qué es eso de quedar con los colegas para ver el fútbol? 

Ojiplática yo me centro en mi pantalla gigante. El camarero, muy amable, me ofrece un bol de palomitas y una pinta. Palomita a palomita pasan los minutos. Ni una voz, ni un grito, ni una foto, ni un cruasán de tortilla… Cada uno a lo suyo. Nadie me tira de la coleta cuando Cristiano pulveriza la portería. Los que estamos, ni nos miramos y entonces yo os echo de menos ahí, a mi alrededor, haciendo el payaso y sollozando porque trabajamos mucho y ganamos poco. Y siento un pequeño pellizco en la boca del estómago porque creo que empieza a ser complicado que vuelvan aquellos partidos en la Perla, preludio de noches largas con finales difíciles de olvidar. 
Un policía, un coche, un control de alcoholemia y una chica roncando en el asiento del copiloto podría ser un buen final para esta historia………